El mundo moderno propone tantas ideas de cómo mejorar
las circunstancias, cómo incrementar el disfrute material y cómo poner al hombre en una posición
más
sofisticada. Con esa mentalidad se
ha desafiado todo tipo de revelación y tradición que enseñó
a ser agradecido y fiel para con
aquel que generó nuestra existencia. Lo podemos llamar como queramos, pero es un hecho que nosotros, los humanos, no hemos generado nuestra
existencia; es hora de preguntar humildemente qué tengo que hacer, qué cualificación tengo que tener, para poder entender quién está por encima de mí y porqué
ha
distribuido las cosas
en la vida como lo ha hecho. Al envidiar las posiciones que tienen
otras personas y quedar
triste por ello, yo desaprovecho toda la hermosa conciencia que puedo
tener y debo tener para volverme un instrumento del
amor, pues es el amor el que conquista
toda
la envidia.
No es un logro no envidiar a gente que no tiene nada y sentirme superior a ellos, igual hay
gente que tiene todo lo material y no están felices
y hasta cometen suicidios. Inclusive aquellos que desafían a Dios
y dicen
que la vida no tiene
propósito, olvidan que son completamente vulnerables. Como hermana y hermano de todos los demás, debería
estar muy deseoso y dispuesto a ayudar a los demás en todo momento.
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